|ETC.PE|: “Barranca Bonita” dice el eslogan. Suena bien, pero ¿realmente está bonita? Para quienes viven del discurso oficialista, la respuesta es un “sí” rotundo. Pero para quienes caminamos sus calles, lidiamos con el desorden diario, el caos del transporte, la basura en cada esquina, y vivimos con miedo por la ola de asesinatos y extorsiones, la realidad es otra.
Barranca es bonita, sí. Pero por su naturaleza.
Es bonita por sus playas, sus ríos, sus paisajes únicos y su historia milenaria. Por su gente luchadora, por su comida, por su identidad cultural. Esa belleza no la inventó ningún alcalde, ni es producto de ninguna gestión de turno. La belleza de Barranca viene de fábrica, viene de su geografía, su clima, sus tradiciones. Eso no se puede negar.
Lo que sí se puede (y se debe) cuestionar es la forma en que algunos intentan apropiarse de esa belleza natural para colgarse medallas que no les corresponden. ¿Qué ha hecho realmente la actual gestión municipal para que Barranca sea bonita? ¿Dónde están los cambios visibles? ¿Dónde está el orden, el respeto al espacio público, la seguridad?.
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Basta dar una vuelta por el centro para darse cuenta de la verdad.
Comerciantes informales en cada esquina, calles llenas de huecos, basura sin recoger, vehículos estacionados donde les da la gana. Y si uno se aleja del centro, el panorama es aún más desalentador: entradas a la ciudad en completo abandono, el coliseo cerrado y sin mantenimiento, y monumentos descuidados, como los Cristos Redentores ubicados en la playa y en la entrada de Barranca. ¿Eso es lo que llaman “Barranca Bonita”?.
Y mientras tanto, la inseguridad crece. Asesinatos, robos, extorsiones. ¿Dónde están las cámaras de vigilancia, la presencia policial, las políticas de prevención? ¿Dónde están los resultados?
Es frustrante ver cómo se juega con la percepción. Porque claro, es fácil decir que todo va bien desde una oficina con aire acondicionado, o desde el confort de una posición de poder. Pero los ciudadanos no somos tontos, y tampoco estamos ciegos. “No hay peor ciego que el que no quiere ver”, dice el dicho. Y en Barranca hay muchas autoridades que simplemente no quieren ver.
La crítica no es odio. Es amor a la tierra.
Es exigir lo que nos corresponde. Es decir las cosas como son. No por amargura, sino por esperanza. Porque queremos que Barranca sea bonita de verdad, no solo en slogans o en fotos de Facebook.
Barranca tiene todo para brillar. Pero necesita autoridades que estén a la altura de su gente, de su historia, de su belleza natural. Que trabajen por el bien común y no por beneficios personales. Que no solo hablen de “Barranca Bonita”, sino que la hagan realidad.
